Pasó ya el oneroso espectáculo electoral del 5 de julio; también la euforia de aquel 2 de julio foxista con que la derecha engañó al país, prometiéndole el cambio.
Ha pasado también, para quien quiera darse cuenta, la época del 6 de julio que dio cobijo a un amplio movimiento ciudadano democrático con algunos logros, pero a cuya sombra una buena parte de lo que fue la izquierda se sumergió en cada vez mayor descomposición.
Eso sí, pobre México, que ha tenido que conformarse con la alternancia del PRI al PAN y de regreso (a fin de cuentas, ¿la cultura priísta no es omnipresente en derechas, centros e izquierdas?); con la única seguridad de la predominancia de la mayoría neoliberal en el gobierno y el Congreso, estorbada apenas por una izquierda funcional; con una transición a la democracia que no llegó, porque para eso se necesita una ruptura con el pasado que nunca se acabó de dar, como ahora es evidente.
En todo caso, es claro que el actual Congreso no cuenta con el aval de prácticamente 50 por ciento de la población que se abstuvo o anuló su voto. Lo cierto es que en realidad la mayoría no ha tenido oportunidad de pronunciarse por el país que quiere.
Esto es lo que ahora está en juego seriamente, pasada la disputa de las mafias que controlan los partidos. Es el momento de la confluencia de quienes coincidan en reivindicaciones auténticamente democratizadoras, entre ellos de quienes propugnamos la abstención o el voto nulo. Es el momento también para ir más allá, de reconstruir una alternativa social y de izquierda consecuente, ética y políticamente congruente. Ofrezco a quienes quieran compartir reflexiones en esta perspectiva mi correo: hectordelacueva77@gmail.com, así como el blog: www.iniciativa7dejulio.blogspot.com
Héctor de la Cueva
jueves, 9 de julio de 2009
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